NO PUDO VOLVER A SANTIAGO
La Consejería de Educación mandó o destinó a mi hijo a dar clases a Tenerife, concretamente a Santiago del Teide, y me convidó para que lo acompañara en su nueva singladura (entra por primera vez en la escuela pública) en tanto se instalaba en el piso, pagaba la fianza y el primer mes de alquiler, como es habitual en estos casos, ordenaba los cuatro cachivaches: loza, platos, escudillas…, ropa, algo de comida, etc.; conocer personalmente a los caseros, ya que el negocio se hizo o realizó vía internet y como es lógico necesitamos, sí o sí, poner rostro y voz a las personas con las que vamos a tratar o relacionarnos, que dicho sea, resultó ser un encanto de mujer de la que hablaremos más adelante si la suerte nos favorece y el tiempo acompaña. Visitar el colegio – y continúo- y a sus compañeros, osease, cumplir con el ritual de obligado cumplimiento de la presentación del curso 18-19, al día siguiente lunes y a primera hora, etc.
Por lo que héteme aquí en Santiago, apenas pasadas las ocho y media pateando sus calles, callejuelas y cuantos recovecos habidos y por haber tenía y tiene dicho pueblo y, por supuesto, sospecho, bajo la atenta y desconfiada mirada de los vecinos madrugadores que se preguntarían, y no sin razón, que qué coño pinta este gofio perdido por aquí y a estas horas mañaneras.